DILE A LA MUERTE
Cuando la luna asomaba
por lo alto de aquel cerro,
las entrañas le rugían
las manitas sobre el pecho.
Porque la horita llegó
sin piedad y sin remedio,
y el gran amor de su alma
de a poco se iba muriendo.
Dime ahora cómo hallo
pa mi corazón consuelo;
yo quiero irme a su vera
que a poco lo estoy sintiendo.
Dile a la muerte que venga;
que se lleve mis tormentos,
que ya ná a mí me queda
que me sirva de contento.
Mare, qué pena
vivir sin su cariño
qué gran condena.
E.M.
Gerardo Matamoros - Que belleza de poema!!, no sabía que escribe, un beso muy grande guapa!!!